Una de las cosas que más me ha maravillado de Tailandia es su gente. Esa cercanía, esa facilidad de trato y sobre todo esa sonrisa no han hecho más que haya caído rendido ante una hospitalidad fuera de lo común. Por si esto fuera poco, el estilo del día a día de la gente de Tailandia, consistente en hacer vida totalmente en la calle no ha hecho sino atraparme aún más. Tanto, que durante mi viaje por el norte de Tailandia, ha sido inevitable tirar alguna foto a alguna de las personas con las que me he ido cruzando.
En esta entrada, no pretendo enseñar nada más allá, que simples momentos de la vida en Tailandia a través de varios retratos que han ido apareciendo entre mis fotos, y que no son más que una serie de recuerdos de un viaje que intentan mostrar el del día a día de Tailandia.
Mujeres
He seleccionado algunas fotos de mujeres de Tailandia. Son mujeres normales, sin más. No tienen nada en especial. Algunas me las encontré por las inmediaciones de los templos, entrando a rezar o a punto de realizar alguna ofrenda.
Otras como el caso de esta anciana, pedían dinero en una de las puertas de un templo de Sukothai.
Con otras compartí un rato de tuk tuk moviéndonos por alguna de las ciudades que recorrimos durante nuestra ruta por el norte de Tailandia, como la señora de esta fotografía, con la que coincidimos en Chiang Mai.
Pero la gran mayoría de mujeres que aparecen por las memorias de mis fotografías, son vendedoras de mercado. No se que tendrán los mercados que me gustan tanto y si son tan caóticos y especiales como los de Tailandia más.
Por eso, algunas de las señoras de mis retratos resultaron ser vendedoras de mercado, y más concretamente, del gran mercado de Chiang Mai y del famoso mercado de Mae Klong, el mercado que es atravesado por las vías del tren.
Presas
Si, lo se, también son mujeres, pero he querido hacer esta distinción por lo especial de su estado y lo reconfortable que fue para mi el poder conocerlas. Como muchos sabéis el masaje tailandés es una de las cosas imprescindibles que uno tiene que probar en Tailandia, y no es difícil encontrar un lugar donde poder dártelo.
Sin embargo, en ningún lugar será tan especial como el que dan estas mujeres. Se tratan de mujeres que han estado o están en la cárcel, y que allí han aprendido a dar masajes con la intención de poderse ganar la vida y alejarse del mundo de la delincuencia. Si tenéis oportunidad (sobre todo en Chiang Mai) no dejéis de acudir a uno de estos centros, pues porque además de la labor social que estáis ayudando a hacer, muchas tienen historias increíbles.
Hombres
Algún hombre de los que nos cruzamos me llamó la atención lo suficiente como para colarse entre mis fotografías. El primero de ellos era un señor con el pecho cubierto de viejos tatuajes con el que coincidí colgado en la parte trasera de un songthaew, un vehículo pick up con el que moverse por Tailandia.
El segundo, un hombre que con su barca recorría el mercado flotante de Amphawa recogiendo la basura que a su paso encontraba por los canales.
El último hombre es uno de los muchos monjes budistas que pueden verse por las calles de Tailandia. Rezan, pintan (de hecho, decidimos comprarle un cuadro a uno de los monjes) y son venerados. Este en concreto, en uno de los muchos templos de Bangkok.
Elefantes
Igual que antes con las presas pero ahora con los elefantes, he querido hacer un espacio personal para aquellos hombres y mujeres que trabajan en favor de los elefantes. Tailandia es un país en donde los elefantes en su gran mayoría están explotados y son maltratados. Pocos lugares hay donde se tenga respeto total por este animal, pero en el norte es posible encontrar alguno de estos sitios.
Uno de ellos, es el Elephant Nature Park, lugar al que sin duda recomiendo ir si lo que se quiere es pasar un día respetuosamente entre elefantes. Allí podrás alimentarlos, caminar junto a ellos y disfrutar de sus baños en el río.
Niños
Los niños quizás sean la parte más reconocible de Tailandia. La felicidad que emanan y su inocencia, hace que su sonrisa sea más contagiosa. A lo largo de nuestra ruta por el norte de Tailandia nos cruzamos con varios niños, tanto en solitario como con sus padres. En templos, en mercadillos, en pueblos, en estaciones de bus… casi allá donde miraras encontrabas un niño. Estos son algunos de los que se cruzaron en nuestro camino.
Pero sin duda me quedo con dos imágenes de retratos del viaje. La primera, la de la niña sola haciendo «los deberes» perdida entre las piedras de los templos de Sukothai.
Y la segunda, la de los niños jugando y saltando al agua desde lo alto del puente, en los canales del mercado de Amphawa. (Si, el mismo canal en el que el hombre de más arriba recogía basura).
Así es Tailandia, un país loco, pero hermoso. El país de las sonrisas dicen, y la verdad es que razón no les falta. Amigable, respetuoso, abierto y sobre todo, feliz. Un país que acaba atrapándote de una forma brutal y al que personalmente, me muero por volver.
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