La historia de Bobby, el perro más famoso de Edimburgo

Si hay un perro famoso en el mundo ese es sin duda Bobby, un pequeño perro de la raza Skye Terrier que hizo de la lealtad por su dueño una leyenda, lo que lo ha convertido en uno de los personajes más carismáticos de Edimburgo, siendo uno de los iconos de la ciudad.

La historia de Bobby

La historia de Bobby es una historia de amor por su dueño, John Gray, un policía de Edimburgo con quien Bobby patrulló durante un par de años, hasta la muerte de éste por tuberculosis en 1858. A su muerte, Bobby permaneció durante 14 largos años a diario junto a la tumba de su dueño, enterneciendo y ganándose la admiración de todo aquel que visitaba el cementerio de Greyfriars. Los habitantes de Edimburgo adoptaron a Bobby cuidándolo y llevándole comida a diario hasta la tumba de su dueño.

Tal fue el cariño de la gente de Edimburgo por Bobby que incluso cuando en 1867 la ciudad de Edimburgo debido al aumento de perros callejeros decidió registrar a todos los perros que tuvieran dueño y eliminar a todos aquellos que no estuvieran registrados, Sir William Chambers decidió registrar al perro hacerle una pequeña placa de bronce que hoy puede verse expuesta en el Museo de Escocia.

En 1872 y tras 14 años en el cementerio de Greyfriars custodiando la tumba de su dueño, Bobby murió, dejando a la ciudad de Edimburgo huérfana de uno de sus vecinos más ilustres y su historia alcanzó status de leyenda. Las leyes de Edimburgo prohibían enterrar animales en los cementerios de la ciudad, y pese al clamor popular, que pedía que Bobby fuera enterrado junto a su dueño en el interior del cementerio, Bobby fue enterrado fuera del mismo, aunque eso si, muy cerca de la puerta.

Hoy, no se sabe la localización exacta de donde fue enterrado, pero los vecinos de Edimburgo quisieron honrarlo colocando en la entrada del cementerio de Greyfriars una lápida en su memoria. En ella, colocan pequeños palos de madera para que Bobby juegue. Y es que según dice la leyenda, el fantasma de Bobby sale de su tumba y merodea por la noche por el cementerio y son muchos los que afirman haberlo visto jugando con su dueño. No nos olvidemos que Edimburgo es una ciudad con cientos de historias de fantasmas a sus espaldas y claro, Bobby también merece tener una propia.

La estatua de Bobby

Por cierto, que la lápida no es el único recuerdo de la ciudad a Bobby. A muy pocos metros de la puerta principal del cementerio, y por iniciativa de la Baronesa Burdett-Coutts se colocó una estatua en su honor, que además de convertirse en el monumento más pequeño de Edimburgo, estaba mirando en dirección a la puerta del cementerio. Años más tarde, el propietario del bar Greyfriars Bobby, pagó de su bolsillo la restauración de la estatua y la colocó mirando hacia el otro lado de forma que el nombre de su bar apareciera en todas las fotografías que se tomaban de Bobby.

Si os fijáis, la estatua de Bobby tiene la nariz desgastada de la cantidad de gente que toca la nariz de Bobby pensando que da buena suerte. ¡Error!. Tal y como nos dijeron durante la visita guiada que hicimos por Edimburgo, lo que da suerte es tocarle la nariz no es mas que una simple invención de un guía, así que si vais por Edimburgo y buscáis a Bobby, recordar que lo que no tenéis que acariciarle la nariz. Los ciudadanos de Edimburgo os lo agradecerán, pues están algo hartos de ver como los turistas desgastan la estatua de Bobby, la cual por cierto está protegida.

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