Tanto en Nueva York como en la mayoría de las grandes ciudades hay numerosos museos y e instituciones artísticas de gran importancia en las que se exponen piezas de gran valor. Sin embargo, en cuento a los museos de ciencias naturales la cosa está más reducida y es difícil dejar de asociar la imagen que tenemos de estos museos con animales disecados y metidos en botes de formol.
Visitar el Museo de Historia Natural de Nueva York sin duda cambiará esa imagen de los museos de ciencias naturales ya que es una opción barata, didáctica y más que recomendable para realizar en un viaje a Nueva York.
No en vano, el Museo de Historia Natural de Nueva York es uno de los más reputados del mundo y es que esta institución fundada en 1869 por Theodor Roosevelt Sr., padre del que después sería presidente de Estados Unidos, lleva más de un siglo financiando expediciones e investigaciones científicas en diversas áreas relacionadas con las ciencias de la naturaleza.
Con una media de 5 millones de visitas anuales, es uno de los museos con más éxito de Nueva York y cuenta con más de 35 millones de objetos que, por motivos de espacio, no pueden exhibirse todos a la vez. Sus salas están dedicadas fundamentalmente a la historia de la Tierra y del hombre, por lo que en ellas se tratan temas desde la geología hasta la antropología e incluso se recrean hábitats de diversas partes del mundo.
En la primera y segunda plantas se encuentran las salas dedicadas a los mamíferos africanos en las que parece que los animales tomen vida propia. Es una de las mejores colecciones del mundo y, aunque no lo parezca, la mayoría de los animales no están disecados sino que han sido fielmente recreados gráficas a las innovaciones de Carl Akeley, quien fuera en su día director de la institución y de quien la sala recibe el nombre.
En la sala dedicada a la vida marina, situada en la primera planta, se pueden ver esqueletos y recreaciones de hábitats marinos así como de arrecifes de coral. Sin embargo, estrella por excelencia de esta colección es la réplica de la ballena azul de más de 30 metros de largo.
Las salas dedicadas a los fósiles y dinosaurios se encuentran en la cuarta planta. Allí se pueden ver impresionantes recreaciones como la mandíbula de un tiranosaurus rex o la reconstrucción de un triceratops.
En la segunda planta, y ubicado en el Theodor Roosevelt Hall se encuentra el famoso barosaurio, una de las piezas más distinguidas del museo y que puede presumir de ser el más grande del mundo.
En la segunda planta se pueden ver también las colecciones referentes a las culturas de Sudamérica y Centroamérica con las intrigantes cabezas reducidas e interesantes elementos que explican la vida cotidiana de estas culturas.
Por último, también hay varias salas dedicadas a meteoritos, minerales y gemas con piezas únicas en el mundo. En el planetario se puede ver una recreación del Big Bang y descubrir el funcionamiento de nuestro planeta así como su historia geológica de forma interactiva.
El Museo de Historia Natural de Nueva York se puede visitar todos los días (salvo Acción de Gracias y Navidad) de 10:00 a 17:45 y, como en muchos de los museos de Nueva York no es obligatorio pagar una cantidad estipulada por la entrada aunque se recomiendan 22$. Sin embargo, con la New York City Pass es gratuito. Eso si, debéis saber que las exposiciones temporales, muchas de ellas de gran calidad, llevan entrada aparte por lo que deberás consultarlas con antelación para planificar tu visita.
Por si todo esto fuera poco, los cinéfilos también tienen una razón para visitar el Museo de Historia Natural de Nueva York ya que es el escenario principal en el que se desarrolla la película protagonizada por Ben Stiller, Noche en el museo (2006).
Además, visitar el Museo de Historia Natural de Nueva York resulta imprescindible en un viaje a Nueva York con niños, ya que salen encantados después de haber visto la sala de los dinosaurios, una de las favoritas de todo aquel que recorre la muestra.
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