Es mucha la gente que pasa por Klaipeda a la hora de recorrer Lituania, y el caso es que, aunque a priori no es una ciudad tan bonita como sus hermanas Vilnius o Kaunas, sí se trata de un punto imprescindible para visitar la joya que guarda. Y es que Klaipeda es la puerta de acceso al istmo de Curlandia, un paraíso natural en el que es una gozada perderse.

Klaipeda es también el único puerto importante de Lituania con salida al mar Báltico, y lugar desde el que salen ferrys a vartios países próximos como Dinamarca, Suecia o Alemania. Por supuesto también, al istmo de Curlandia, a escasos metros de allí. Su importancia de punto estratégico como puerto importante en el mar Báltico hizo que durante la época nazi Klaipeda se convirtiera en una importante base de submarinos alemanes.

Su condición de ciudad portuaria y con un gran puerto ha hecho históricamente de Klaipeda una ciudad del juego y el vicio. Una especie de Las Vegas lituana, salvando las diferencias y obviamente con un gran toque báltico, en la que bares y burdeles se amontonaban en los alrededores del puerto esperando hacer negocio con los marineros que llegaban a la ciudad. Hoy, a pesar de que todo esto ha cambiado, todavía parece respirarse parte de esa atmósfera en el ambiente, aunque repito, se trata más bien de una sensaciones.

Pese a que Klaipeda es la tercera ciudad en tamaño de Lituania, el centro de la ciudad es pequeño y muy coqueto. Para llegar a él, deberemos de cruzar el canal en el que se encuentra el famoso navío Meridianas, el cual se ha convertido en uno de los símbolos de Klaipeda. Este navio, fue el barco empleado por la Escuela de Navegación de Klaipeda durante mucho tiempo, aunque hoy en día funciona como un restaurante.

Una vez en el corazón del casco viejo destaca la plaza del teatro, una plaza empedrada llena de restaurantes y terrazas en los que poder cenar, y que se encuentra presidida por un teatro del siglo XVIII (aunque fue posteriormente reconstruído en el siglo XIX) y a cuyos pies puede verse la fuente y la escultura de Ana de Tarau (Taravos Anike), protagonista de uno de los poemas de Simon Dach, natural de esta ciudad lituana.

Otro de los puntos de interés es la llamada plaza del mercado, una pequeña plazoleta entre calles en la que suelen celebrarse distintos eventos, como la famosa e internacional Oktoberfest. Llama la atención la cantidad de esculturas que se encuentran repartidas por diversos parques y jardincillos de Klaipeda, y entre la que destaca una en especial. Se trata de la escultura de un gato al que se le atribuyen poderes mágicos, ya que según dicen, basta simplemente tocarle la cola con los dedos para que se cumplan tus deseos. Además, Klaipeda cuenta con un parque de esculturas en lo que eran los terrenos de un antiguo cementerio y en el que pueden verse más de 100 esculturas de la segunda mitad del siglo XX.

Además de esto Klaipeda es una de las ciudades Erasmus por excelencia de Lituania, por lo que presume de un ambiente joven en sus calles.

Klaipeda no es ni mucho menos la ciudad más bonita de Lituania, pero lo que está claro es que si que es un sitio de parada obligatoria dentro de un viaje por los países bálticos, pues abre las puertas de uno de los espacios naturales más maravillosos y curiosos que he podido ver, el istmo de Curlandia, un lugar mágico que encierra varios sitios de interés como la población de Nida, la colina de las Brujas o las propias dunas de arena blanca que el propio istmo tiene.

Por cierto, que uno no puede irse de Klaipeda sin comprar algo de ámbar, ya que la zona de Klaipeda (y Palanga, muy cerca de allí) es la principal zona productora de ámbar del país, otro de los tesoros que guardan los países bálticos..

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