Las lágrimas del norte de Francia

Dice la famosa comedia francesa de «Bienvenidos al Norte» que por el norte de Francia se llora dos veces. Una al tener que ir, porque no se quiere. Otra al regresar a casa, por tener que despedirte de tantos lugares y sensaciones. No estoy del todo de acuerdo con la frase. En mi caso el norte de Francia era un lugar que me apetecía conocer, por lo que las lágrimas, solo llegaron en el momento de la despedida.

Y es que si. Da mucha pena el momento de marchar y tener que dejar (estoy seguro que es solo por un tiempo) toda la zona. Son muchas las razones de ello, pero bien podría resumirse en una sola. Al final, te sientes atrapado por el norte de Francia. Sus paisajes, su gente, su gastronomía, su historia, y sobre todo, una rica y animada vida cultural hacen de tu escapada un viaje de sensaciones en mayúsculas en el que no falta de nada.

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La primera lágrima brotó por dejar atrás Lille y su animada vida cultural. La cuarta ciudad más grande del país presume de ser la capital europea del hip hop. El barrio de Les Moulins, acoge la sede de Le Flow, un espacio que pretende dar un impulso a artistas del arte callejero. Raperos, grafiteros y bailarines encuentran en este centro el apoyo necesario para impulsar sus proyectos. Justo a su lado, la maison folie, una vieja brasserie del siglo XIX sirve de centro de exposiciones a diferentes artistas.

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No muy lejos de allí, la vieja estación de Saint Sauveur se ha convertido en otro de los centros culturales más importantes de la ciudad en cuyo interior podemos admirar distintas exposiciones de arte contemporáneo.

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La segunda, cayó sobre los viejos telares. Los mismos con los que el Norte Paso de Calais se hizo un nombre dentro del mundo de la moda y los tejidos. En el museo del encaje de Calais tuve la oportunidad de conocer la historia de los tejidos en la zona, así como admirar una exposición del modisto Balenciaga. Cerca de allí, en Roubaix, observé la evolución de los telares en el museo de la Manufacture des Flandres  y comprobé como se sigue apostando por los jóvenes diseñadores con la iniciativa de las Maisons de Mode.

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Fue justo aquí donde donde derramé parte de la tercera. Concretamente en el agua de La Piscine, la vieja piscina Art Decó de la ciudad, y que hoy es sede del museo de arte y de la industria André Diligent. Un entorno artístico envidiable perfecto para acoger distintas obras de arte.

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La otra parte de la lágrima también cayó en un edificio con piscina y personalidad propia: Villa Cavrois. Un edificio de la localidad de Croix que fue diseñado por el arquitecto Robert Mallet-Stevens para ser la casa familiar de la familia Cavrois. Su diseño y decoración de estilo modernista la ha hecho ser declarada desde hace unos años como Monumento Histórico de Francia.

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Mi cuarta lágrima se tiñó de negro. Concretamente de negro carbón. Fue en los alrededores de la ciudad de Lens, entre los vestigios de una cuenca minera que ha sabido reciclarse. Allí entre montañas formadas por los minerales extraídos de las minas y viejas minas el museo Louvre ha instalado su segunda sede, por la que van pasando todas las obras del museo de París.

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La quinta me la robó Béthune, una localidad preciosa con un rico patrimonio arquitectónico. Su plaza central, con su ayuntamiento, campanario y mercado es una de las joyas que esconde Nord Pas de Calais, sobre todo al caer la noche.

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La sexta se fue al mar, y a estas alturas estará cerca de Inglaterra. Sobre los acantilados de la costa de Ópalo y con el mar del norte de telón de fondo disfruté de algunos de los paisajes más salvajes de Francia. Un espectáculo para los sentidos en una zona marcada por la historia.

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La última, en la cocina se quedó. Perdida entre fogones y algunos de los platos más característicos del país, mezclada entre texturas y sabores. Desde las frites hasta el oloroso queso Maroilles, pasando por la deliciosa Carbonnade Flamande, la última lágrima se me escapó sentado en la mesa.

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«Quien viene al norte llora dos veces. Una al venir, y otra al partir» decían en la famosa película rodada en Bergues. El segundo lloro ya lo he vivido. El primero ha de esperar, pero llegará. Seguramente por la emoción que supone volver a visitar a un sitio así, en el que historia, gastronomía, naturaleza y cultura se dan la mano.

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7 Responses to Las lágrimas del norte de Francia

  1. Un delicioso baño de lágrimas que se secan de la mirada, con el próximo viaje. Felicidades por el post.

  2. Arantxa dijo:

    Yo no he ido, así que ya estoy llorando la primera vez porque quiero ir y no puedo jajaja. Francia es una tierra con mucho encanto, siempre había oído hablar más del sur pero por lo que veo el norte es una auténtica preciosidad 🙂 Un saludo

    • xipo dijo:

      Arantxa, un lugar muy muy recomendable, de veras. Yo me he quedado con ganas de más y pienso volver con más tiempo a terminar de recorrer bien la zona. Creo que con eso te lo digo todo. Un sitio precioso!

  3. Irene dijo:

    Cada día más fan de tu estilo 😉

    Lo conozco nada del norte, pero Francia es mucha Francia. Algún día… ¡Abrazo!

    Ire

  4. exdar dijo:

    Il est vrai que le nord de la France a son charme, mais se mettre à chialer quand on part. Faut pas déconner !

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