Lieja a pesar de ser una de las ciudades más importantes de Bélgica, ha sido uno de esos lugares a los que me costaba ir.  La verdad es que no me habían hablado demasiado bien de la ciudad, poniéndole una fama de ciudad fea, vieja y bastante grisácea, y dándome a entender que no valía mucho la pena su visita. A pesar de ello, no me parecía normal el no conocerla tras un año viviendo por allí, así que un día cogimos el tren y para Lieja que nos fuimos, o eso pensábamos, ya que se nos pasó hacer el transbordo de tren que teníamos que haber hecho y acabamos en Genk, otra ciudad belga. Así que tras el desconcierto inicial decidimos visitar rápidamente Genk, en 2-3  horas para luego visitar Lieja, el plan previsto inicialmente.

Llegamos a Lieja, a la estación de Lieja-Guillemins, su estación principal, recientemente modernizada. La nueva estación es obra del arquitecto español Santiago Calatrava, y como no podía ser de otra manera, tiene ese estilo futurista que tienen las obras de este arquitecto.

Tras abandonar la estación, seguimos la ribera del río Mosa hasta adentrarnos en el centro histórico de la ciudad. Allí pudimos merodear por sus calles y aprovechando el buen tiempo tomar algo en una de sus principales plazas, la plaza de Saint Lambert, rodeados de algunos de los edificios más importantes de la ciudad, como el Palacio de los Príncipes Obispos.  Justo al lado, el Ayuntamiento o el famoso le perron, uno de los símbolos de la ciudad nos estaban esperando.

Le Perron es una famosa fuente que se ha convertido en uno de los símbolos de Lieja, y el cual simboliza la independencia de la ciudad del Principiado de Lieja. Y es que Lieja fue un principado independiente desde el siglo X hasta el siglo XVIII.

El Palacio de los Príncipes Obispos es el edificio principal de la plaza Saint Lambert. Este palacio ha sido reconstruido en varias ocasiones y actualmente se utiliza como sede del gobierno provincial así como palacio de justicia. Es recomendable asomarse a ver su patio interior, decorado con multitud de columnas muy adornadas.

Lieja además siempre ha sido un importante centro religioso. Aquí fue asesinado el obispo de Torengen, San Lamberto, y desde aquello el lugar fue considerado santo y se convirtió en un centro e peregrinación. Es por ello por lo que no extraña ver tal cantidad de iglesias en la ciudad.

En el mismo centro de la ciudad nos encontramos con la Catedral de Saint-Paul, de estilo gótico en cuyo interior se guardan grandes reliquias.

Aunque a nosotros la que más nos gustó fue la iglesia de Santiago, una iglesia de impresionantes dimensiones la cual fue realizada como lugar de parada para los peregrinos que realizaban el camino de Santiago.

Las dos son muy bonitas, pero esta segunda es sencillamente espectacular.

Uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad es la conocida como Montaña de Bueren, una escalera de 374 escalones que lleva hasta la ciudadela y que desde lo alto ofrecen unas unas vistas magníficas.

En conclusión Lieja nos pareció una ciudad que hay que visitar si se tiene algo de tiempo. Es una de las ciudades más importantes de Bélgica y además es una ciudad con una gran historia detrás. Puede que sea más gris y menos bonita que otras ciudades belgas, pero también tiene sus tesoros por ver. Es diferente, simplemente.

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