Existe una ciudad en el interior de Estonia perfecta para estudiar una temporada. Pequeña, manejable, con ambiente y sobre todo con mucho encanto. Quizás sea por eso por lo que son cada vez más los estudiantes que piden una beca Erasmus allí, a sabiendas de que Tartu, la segunda ciudad de Estonia en tamaño y a priori no demasiado conocida para la mayoría, tiene mucho por ofrecer, empezando por la misma universidad, la más antigua y famosa del país y una de las más importantes de todas las repúblicas bálticas, haciendo de Tartu, el principal centro cultural e intelectual de toda Estonia.
La universidad de Tartu se encuentra cerca del centro de la ciudad, en la llamada colina de Toomenag, una pequeña colina que se abre paso detrás de la plaza del ayuntamiento, y en la que además de la ya citada universidad, encontramos distintas curiosidades como los famosos puentes del ángel y del diablo, ambos con diversas leyendas a sus espaldas, la vieja catedral de Tartu, de la que hoy solo quedan los restos de su esqueleto arquitectónico, distintas estatuas en honor de estudiantes de la universidad de Tartu o la conocida piedra sagrada, a la cual se le atribuyen características especiales y que hoy dicen que es lugar de quema de libros de los estudiantes de la universidad de Tartu una vez aprobados sus exámenes.
No es esta la única «tradición» entre los estudiantes universitarios de Tartu. Y es que como manda la tradición universitaria de la ciudad, para ser un buen estudiante de la universidad de Tartu, has de cruzar el puente (por su parte de arriba) que va a dar a la plaza del Ayuntamiento. Y os aseguro que no es nada fácil, y que además está prohibido y de vez en cuando vigilado por la policía por el peligro que ello conlleva.
El centro histórico de la ciudad además rebosa encanto por todos lados. Su zona más emblemática, la plaza del Ayuntamiento, un coqueto edificio del siglo XVIII, es un claro ejemplo de ello. En el centro de la misma, puede verse la fuente de los estudiantes que se besan, una estatua de 1998 que se ha convertido en uno de los símbolos por excelencia de la ciudad.
En la misma plaza, puede verse otro de los símbolos de la ciudad. La conocida como «la casa inclinada» y que hoy acoge en su interior el museo de arte de la ciudad. Justo enfrente de la misma, encontramos otra de las estatuas más fotografiadas de Tartu, «Mujeres de campo» una obra de la artista estonia Mare Mikof, que hace las funciones de reclamo del museo.
Pero sin duda, la gran joya de Tartu, y lo que le da ese toque tan especial, al menos para mí, es la gran cantidad de graffitis que tiene por sus calles. Y es que en Tartu desde el año 2006 han sido muchos los artistas callejeros que han aprovechado las distintas paredes y muros de la ciudad para dar rienda suelta a su arte, creando una amplia colección de obras de arte urbano. Tanto ha proliferado el graffiti en Tartu, que incluso realizan un festival anual al que acuden varios artistas de renombre internacional, el llamado «Stencibility».
Por cierto, que como ciudad universitaria que es, Tartu también tiene sus juergas nocturnas. La zona de Ruütli es sin duda la mejor para conocer de primera mano como se las gastan por la noche los estudiantes estonios. Lugares como el Möku, el Kivi, o el Trepp son de visita obligada para conocer parte del ambiente de Tartu.
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Curioso lo de pasar por el puente por la parte de arriba… Si es que hay tradiciones más absurdas! jajaja
No conocía la ciudad y me parece muy chula con sus grafitis!
Tiene un ambiente muy joven, y tiene bastante encanto. Lo del puente, es para valientes jaja! Saludos
Aunque estuve en los países bálticos esta ciudad me la salté. Ya veo que fue una pena.
Saludos desde laguiaviajera!
Mira el lado bueno… ya tienes una razón para volver por allí 🙂 Saludos