Nada más cruzar la frontera entre España y Francia por el túnel de Bielsa no tardamos mucho en ver las primeras indicaciones que dirigen a Saint Lary, un pequeño pueblo del pirineo francés de esos llenos de casitas empedradas con tejados de pizarra que atrae cada año a miles de visitantes dispuestos a disfrutar de sus encantos.

Siempre he dicho que no soy mucho de balnearios, esas cosas no van conmigo. Pero igual que digo esto reconozco también que pocas sensaciones tan placenteras he sentido como la de pasar unas horas en un balneario tras una gran jornada de esquí.

Como en toda buena localidad pirenaica, la gastronomía de Saint Lary se caracteriza por ser una gastronomía de montaña, consistente y sabrosa, compuesta por quesos, bizcochos, embutidos, patés, algún vino, y sobre todo, por el cerdo negro de Bigorre, una raza de cerdo típico de esta zona, nacido en la época prehistórica y que hoy en día vive en sus praderas alimentándose de hierbas, cereales, bellotas y castañas.