En nuestra estancia por tierras inglesas uno de nuestros objetivos, además de aprender inglés, era empaparnos de la historia británica recorriendo museos y monumentos, visitando desde el British Museum hasta la Tate, pasando por el HMS Belfast o las Churchill War Rooms.

Con este propósito había un lugar que no podía faltar en nuestra lista, una de las residencias habituales de la monarquía inglesa, el Castillo de Windsor.

Situado en la localidad del mismo nombre, para llegar hasta él es necesario coger un tren hasta Slough y ahí cambiar al que nos lleva directamente a la estación de Windsor & Eton central.

Una vez llegados e la estación no tiene pérdida, ya que el complejo amurallado se encuentra sobre una pequeña colina y a sus pies hay una enorme estatua de la reina Victoria, bajo cuyo mandato Windsor y el Imperio Británico vivieron una de sus épocas más doradas.

La entrada está incluida en la London Pass, al igual que el billete de tren si presentas una travel card del mismo día válida para las zonas 1 a 6. Además la London Pass asegura el acceso sin filas, lo que es toda una suerte.

El origen de Windsor está en el castillo construido en el siglo XI, tras la conquista de Guillermo I. Desde el siglo XII hasta la actualidad es residencia real, lo que lo convierte en el palacio real europeo habitado más antiguo.

Durante la Guerra Civil inglesa fue utilizado como cuartel militar y prisión del monarca depuesto, Carlos I. En la restauración de los Estuardo, Carlos II lo reconstruyó dándole un nuevo aire más acorde con el barroco y sus extravagancias.

Fue de nuevo remodelado por Jorge III y Jorge IV, que le cofirieron su aspecto actual a los lujosos “Apartamentos de Estado”. La reina Victoria hizo también algunas reformas menores y lo utilizó como residencia de entretenimiento. Durante la Segunda Guerra Mundial fue refugio de la familia real, la cual huyó a Windsor para protegerse de los bombardeos que asolaban la capital.

Pese a todo el castillo ha ido sobreviviendo al paso del tiempo, e incluso a un incendio que tuvo lugar allí en los años 90 y que destrozó una de las habitaciones más impresionantes, la de la Orden de la Jarretera, que, afortunadamente, ha sido restaurada.

En la actualidad da trabajo a más de 500 personas y además de atracción turística es la residencia de fin de semana favorita de la reina, Isabel II de Inglaterra.

A lo largo de la visita, que se realiza con audioguía incluida en la entrada, se va pasando, en primer lugar por el exterior, donde conocemos la historia y las diferentes fases de construcción del complejo, cuyos terrenos abarcan más de 26 acres, unas 10 hectáreas. Las fotografías están prohibidas durante toda la visita en el interior del castillo, y aunque lo tienen bastante controlado, pudimos fotografiar algunas de las habitaciones.

A continuación podemos visitar una de las salas más curiosas del castillo, la que alberga una de las casas de muñecas más famosas del mundo y que perteneció a la reina María, Queen Mary, esposa del rey Jorge V. La fila para vistar esta casa de muñecas es bastante larga pero merece la pena ya que es digna de una reina. La idea de construirla fue de la princesa Mary Louise, prima de la reina, que hizo participar en su construcción a los artistas más importantes de la época. En ella se pueden ver réplicas de los primeros electrodomésticos del siglo XX como un aspirador o un gramófono. Cuenta con ascensores, corriente eléctrica y agua caliente y fría. Además, y como curiosidad, las botellas de la bodega son de vino auténtico. Desde luego, hará las delicias de los amantes de las miniaturas.

Tras pasar por la exposición de arte, la parte más impresionante del castillo la componen los Apartamentos de Estado, diseñados en su mayor parte en el siglo XIX pasan desde los divesos salones, hasta la conocida como “Sala de la guerra” en la que se rinde homenaje a los militares y jefes de estados más importantes del país, desde el almirante Nelson hasta, por supuesto, Winston Churchill.

Pero, sin duda, la joya de la corona es el Salón de San Jorge, donde se recogen los escudos heráldicos de la Orden de la Jarretera, la orden de caballería más importante y antigua del Reino Unido y cuya pertenencia es muy limitada y se anuncia siempre el 23 de abril, día de San Jorge.

Tampoco hay que perderse la capilla de San Jorge, una de las obras cumbre del gótico inglés, aunque el día que la visitamos nosotros, por desgracia estaba cerrada, así que como consejo comprobad bien los días y horarios de apertura de esta capilla ya que son limitados.

Por último y para despedirse del Castillo, nada mejor que dar una vuelta por sus jardines, el claustro de la herradura y por sus alrededores, donde se puede visitar también el Eton College, lugar de estudio de los miembros de la familia real. Por cierto, que éste es un buen lugar para poder sacarse una fotografía con uno de los famosos guardias de rojo.

Como siempre, hay que estar atentos al horario y consultar antes de ir la disponibilidad, ya que hay eventos reales o, a veces la reina decide pasar allí el fin de semana y el castillo permanece cerrado.

EXCURSIÓN AL CASTILLO DE WINDSOR

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