En el sexto día de ruta por los balcanes tocaba de nuevo cambiar de país, esta vez rumbo a Croacia, el país que nos ocuparía la mayor parte del viaje. Cogimos un tren, cuyo billete habíamos comprado previamente en Ljubjana y cuando hicimos transbordo en la pequeña localidad de Zidani Most nos encontramos con Bea, que venía desde la capital eslovena a pasar el día con nosotros en Zagreb. Tras pasar un buen rato en la frontera y obtener los preciados sellos en nuestro pasaporte llegamos a nuestro destino.

Nada más salir de la estación te encuentras de frente la plaza del Rey Tomislav, que da acceso a la ciudad baja, por donde empezaríamos nuestra andadura tras dejar las mochilas en el hotel. En este caso nos alojábamos en el Hotel Villa Zrina, bastante alejado del centro pero justo al lado de la Estación de autobuses de Zagreb ,algo que agradeceríamos al día siguiente.

No fue hasta eso de las 12 del medio día cuando pudimos comenzar a visitar la ciudad y volvimos a la plaza del Rey Tomislav dedicada a este valiente guerrero que defendió Croacia de los ataques húngaros en el siglo X y que fue el primero en reunir a todas las provincias croatas en un solo país. Continuamos en línea recta por lo que es uno de los costados de la llamada “herradura verde” que articula la ciudad baja o ciudad nueva de Zagreb. Pasamos por el Pabellón de las artes y la plaza de Nikola Zrinski, donde se encuentra la primera fuente de Zagreb, el Museo Arqueológico, la Galería de Arte moderno y la Academia croata de las Artes y las Ciencias.

Desde allí, una calle nos da acceso a uno de los centros neurálgicos de la capital croata, la plaza Josip Jelacic, situada al pie del barrio de Kaptol, con la estatua ecuestre del capitán y la fuente Mandusevac que aprovisionó de agua a la ciudad hasta el siglo XIX. Justo al lado de la plaza se extiende el famoso mercado de Dolac donde los propios productores venden frutas, verduras y todo tipo de alimentos así como souvenirs y objetos de artesanía. Muy cerquita se encuentra la catedral de la Asunción, cuya construcción se extendió durante más de cuatro siglos y que tuvo que ser restaurada tras el terremoto de 1880. A su alrededor hay una serie de torreones y una muralla que fue construida para defender la catedral de los ataques otomanos en el siglo XVI.

Continuamos subiendo por la calle Kaptol y vimos el autobús 106, que lleva al cementerio de Mirogoj, uno de los más bonitos cementerios de Europa. Así que lo cogimos (compramos el billete dentro) y fuimos a visitarlo. Este cementerio, situado al pie de la colina Medvenica, debe al arquitecto Herman Bollé las arcadas monumentales y los pequeños pabellones con cúpulas verdes que configuran el muro principal del cementerio.

Tras toparnos por casualidad con un funeral muy musical, volvimos a la ciudad con el mismo autobús y continuamos hasta el final de calle Kaptol donde se encuentra la Iglesia de San Francisco y comenzamos a bajar por la calle Tklaciceva que separaba los barrios de Kaptol y Gradec, enfrentados entre sí durante varios siglos. Esta calle se encuentra llena de bares y terrazas en las que hacer una pausa. Allí podemos ver también la estatua de Marija Juric Zagorka la primera periodista croata y una de las que defendió los valores del feminismo.

Un poco más abajo nos encontramos con la calle Krvavi most, traducido al castellano Puente Sangriento, ya que había en ella un puente que unía los dos barrios enfrentados. Como curiosidad, en una de las casas se instaló la primera central telefónica. Por aquí accedemos a la calle Radiceva, donde se levanta una escultura de San Jorge y por donde podemos subir hasta la Puerta de Piedra o Kamenita Vrata, la última de las puertas de la ciudad que se ha conservado. En su interior hay una capilla que contiene un icono de la Virgen con el niño, que se salvó milagrosamente de un incendio en 1731. Al otro lado de la puerta nos encontramos la estatua de Dora Krupic, la protagonista de la novela El oro del orfebre y que vivió en esa calle, donde un poco más adelante se encuentra la farmacia más antigua de la ciudad, donde se dice que trabajó el bisnieto del famoso escritor Dante Aleghieri.

Si continuamos callejeando pronto llegaremos a la Plaza de San Marcos, la plaza principal del barrio de Gradec. En la plaza destaca la iglesia de San Marcos famosa por su tejado con los colores y el escudo del antiguo reino de Croacia así como el escudo de armas de la ciudad. En la misma plaza se encuentra el edificio del parlamento  y el palacio del Ban.

En la calle que baja desde la iglesia se encuentra el Ayuntamiento, donde justo cuando nosotros pasábamos se iba a celebrar una animada boda. En la misma calle está el Museo de Arte Naïf y un original museo que entramos a visitar, el Museum of broken Relationships, el Museo de las Relaciones rotas, que recibió en 2011 el Premio Kenneth Hudson a la Innovación museística y que recoge las donaciones de personas que desean deshacerse y/o compartir con el mundo esos objetos que quedaron de sus rupturas y que parecen no tener valor pero que esconden historias y sentimientos.

Tras visitar el museo nos acercamos a la Plaza Katarina Zrinski donde se estaba celebrando un festival folklórico croata con actuaciones y trajes típicos. Nos quedamos un rato y nos dirigimos hacia la Torre Lotrscak, la única de las fortificaciones medievales del siglo XIII que se conserva. Todos los días a las 12.00 suena un cañonazo en recuerdo de la leyenda que dice que un disparo desde esa torre cayó en el plato del que estaba comiendo el general otomano en el siglo XV, el cual ante tal incidente, sintió miedo y ordenó no atacar la ciudad.

Allí dimos por concluida nuestra visita a la ciudad alta, y tras tomar un par de fotos desde la parte alta bajamos hacia la ciudad nueva por el Paseo Storssmayer, donde se ponen muchos puestos de arte y artesanía, al más puro estilo de Montmartre.  Por este paseo, que es una alternativa al funicular, bajamos hasta Ilica, la arteria comercial de Zagreb. Dimos una vuelta por la Plaza Petar Preradovic, el Oktogon, un pasaje ricamente decorado con vidrieras con motivos florales y el Edificio Napredac, considerado un rascacielos en la época de su construcción.

Continuamos bajando por el costado de la herradura que nos faltaba por visitar, donde se encuentran la plaza del Mariscal Tito y la Plaza Marulic.

Después de dejar a Bea en la estación de camino a Ljubljana decidimos callejear y descubrir el ambiente nocturno de Zagreb, una ciudad muy animada con conciertos, terrazas rebosantes y muy buen ambiente. Probamos la cerveza local, Karlovascko y nos fuimos pronto al hotel, eso sí con muy buen sabor de boca y el descubrimiento de una ciudad con bonitos rincones y mucho que ofrecer.

Al día siguiente deberíamos levantarnos a las 4.30 de la mañana ya que a las 5.45 salía nuestro autobús camino de los lagos de Plitvice. Era sin duda otro día cargadito en la agenda.

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