Una de las cosas que más nos llamó la atención cuando visitamos Portugal, es la gran importancia que tienen los postres dentro de la cocina portuguesa. Mires por donde mires, es fácil encontrarse con alguna confitería en la que probar alguno de los distintos dulces que ofrece la pastelería portuguesa, pero sin duda, los más carismáticos, son los famosísimos pasteles de Belem, también conocidos como «natas», y que se han convertido el postre por excelencia y uno de los símbolos de Portugal.

Los pasteles de Belem son unos pastelitos pequeños y redondeados de hojaldre y crema, que pueden tomarse tanto calientes como fríos, y se suelen espolvorear con canela al gusto. Los verás en muchas partes, pero solamente es en la famosa Pastelería de Belem, situada junto al Monasterio de los Jerónimos podrás probar los auténticos. Y créeme que vale la pena ir hasta allí. Primero, por todo lo que tienes para visitar en el barrio de Belem (Torre de Belem, museo del carruaje, Monasterio de los Jerónimos, monumento de los descubrimientos entre otros), y segundo por probar este maravilloso pastel, único en el mundo, pues la receta original es un secreto muy bien guardado que se transmite de generación en generación.

Dice la leyenda que los pasteles de Belem fueron inventados por las monjas que vivían en el Monasterio de los Jerónimos, y que tras el cierre del monasterio el panadero de allí vendió la receta de los pasteles de Belem al empresario Domingos Rafael Alves, quien en 1837  abrió a escasos metros de allí, en la Rúa de Belem 84-88, la tienda «Pasteis de Belém», establecimiento en el que elaboran este pastel ininterrumpidamente desde entonces. Es tal el éxito del pastel, que hoy, este establecimiento elabora entre 20.000 y 50.000 pasteles de Belem diariamente, convirtiéndose sin duda el pastel estrella de la pastelería portuguesa.

Como comentábamos antes, una de las mayores peculiaridades de los pasteles de Belem es su exclusividad. Los encontrarás por muchas partes, pero ninguno tendrá el sabor exacto del original. Los pasteles se cocinan en una sala conocida bajo el nombre de «oficina del secreto», y sólo 3 cocineros conocen el secreto de la receta original, todos pertenecientes a la misma familia, y obligados bajo contrato de confidencialidad a no revelar nunca el secreto.Esta no es la única clausula especial que firman los cocineros, pues también tienen prohibido por contrato el viajar juntos, para preservar la receta original en caso de catástrofe.

El precio de cada pastel de Belem es de algo más de un euro (1,05 la última vez que estuve allí), y en el mostrador siempre suele haber cola para comprarlos, pues es mucha la gente que para a comprar pasteles para luego llevárselos. Personalmente recomiendo parar un poco más y no quedarse en la cola de la puerta, sino pasar al interior del local y sentarse en uno de sus grandes comedores a disfrutar de un café y estos ricos pasteles, pues es algo que vale mucho la pena.

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