Portugal es tierra de grandes aventureros, de hecho la historia y los monumentos del país luso suelen contener bastantes referencias a navegantes o descubridores, pero hay un lugar especialmente dedicado a aquellos que se lanzar a la mar ya desde el siglo XV, y contribuyeron a aumentar la parcela del mundo conocido en aquella época. Estamos hablando del Monumento a los Descubridores, situado en Belem, hoy ya una localidad integrada como un barrio a las afueras de la capital portuguesa y a las orillas del río Tajo.

Este monumento está considerado hoy como una de las atracciones turísticas más importantes de Lisboa y fue concebido por el arquitecto Cottinelli Telmo y el escultor portugués Leopoldo de Almeida en 1940. En un primer momento iba a ser un monumento temporal ya que se construyó con motivo de la Exposión del Mundo Portugués que se organizó en Lisboa en 1940 y que tenía como motivo la conmemoración de un doble aniversario; por un lado, el del origen de Portugal en 1140, y por otro la independencia, en 1640 del país.

Tras la exposición el monumento original fue desmontado pero volvió a construirse, esta vez con carácter definitivo en los años 60, haciendo coincidir el acontecimiento con el quinto centenario de la muerte del Infante Don Henrique “El Navegante” gracias a quien se llevaron a cabo descubrimientos como el de Madeira, las Azores o Cabo Verde. Si tenéis más curiosidad acerca de este emprendedor, en la ciudad de Oporto puede visitarse su casa natal, hoy convertida en un museo de los descubrimientos.

El monumento presenta al exterior la forma de una carabela, embarcación de sobras conocida, ya que era la más veloz de la época y la más apropiada para este tipo de viajes. El escudo de Portugal aparece representado a ambos lados y sobre la puerta de entrada, una espada, como símbolo de la dinastía de Avis, la familia real portuguesa que ostentó el poder hasta 1580 y se preocupó de apoyar a estos descubridores.

En cuanto a los personajes retratados en este monumento, estos se disponen en dos filas, una en cada cara de la gran carabela, pero todos detrás de la figura del Infante Don Henrique que mira hacia el horizonte.

No todos los personajes son navegantes ni grandes descubridores pero sí que estuvieron en algún momento de su vida fuertemente ligados a ellos como el poeta Luis Camoes, el matemático Pedro Nunes, el pintor Nuno Gonçalves o el misionero San Francisco Javier. Por supuesto no podían faltar los grandes nombres de los descubridores portugueses como Vasco da Gama, Fernando de Magallanes, Pedro Álvares Cabral (descubridor de Brasil) o Bartolomeu Días (descubridor del Cabo de Buena Esperanza).

En el centro de la plaza llama la atención una gran rosa de los vientos de 50 metros de diámetro que se representa sobre el pavimento y que fue un regalo de la República de Sudáfrica. En su interior, un mapa del mundo de 14 metros marca las principales rutas marítimas que siguió la expansión portuguesa en los siglos XV y XVI y los descubrimientos lusos.

Por último, se puede acceder al interior del monumento y  disfrutar de las increíbles vistas desde el mirador, siendo sin duda éste es el mejor mirador de Belém (con permiso de la torre). En el sótano hay también un espacio dedicado a exposiciones temporales. Este monumento puede visitarse de 10:00 a 19:00 todos los días en los meses de verano y de 10:00 a 18:00 de martes a domingo durante los meses de invierno. La entrada tiene un coste de 3€, aunque los portadores de la Lisboa Card disfrutan de un 30% de descuento sobre el precio. Otra buena opción, es la de contratar una visita guiada por la zona de Belem. Aquí os dejo una bastante completa que además de recorrer todo el barrio, enseña también el centro de Lisboa, y quizá os pueda interesar hacer.

Para llegar hasta aquí lo más  cómodo es utilizar el tranvía número 15 hasta el Monasterio de los Jerónimos, otro de los monumentos imprescindibles de Belém. Después de la visita y aprovechando el lugar, nada mejor que probar los pastéis de Belém y con ello lo mejorcito de la pastelería portuguesa.

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