Ámsterdam, ciudad de tentaciones. Otro rollo, otra forma de vida, de libertad y de vicio. La ciudad que nunca duerme, la ciudad de los excesos, donde todo vale, la ciudad sin ley… Una ciudad cosmopolita donde las haya, con una gran variedad de oferta turística, incluso cultural.

Y digo incluso cultural porque lo primero en lo que todo el mundo piensa cuando se habla de Ámsterdam es en las «putas»del barrio rojo y en los «Coffee Shops». Y no les falta razón, pero a parte de eso, Ámsterdam es mucho más. El Museo Van Gogh, el Diamont Museum, la plaza Dam, la casa de Ana Frank, los canales, la cadena de comida FEBO ( una institución en Holanda), el mercado de flores, y por supuestísimo  los Coffeeshops y el barrio rojo fueron algunos de los rincones visitados.

La ciudad resulta muy interesante por las circunstancias que ofrece, y personalmente, por la cantidad de «bichos raros» que te puedes encontrar deambulando por las calles, pero a pesar de todo, la ciudad no terminó de engancharme. Quizás porque me esperaba más de lo que vi, o quizás porque mi cuerpo ya no está hecho para los excesos que requiere la ciudad o tal vez es que me cuesta seguir el arte moderno y transgresor de los nuevos urbanitas.

Tal vez después de aquello pudiera definir a Ámsterdam como lo que es, «una ciudad de locura para gente de vida loca». Aun así, volveré. Living la vida loca.

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