Tras unas horas de sueño reparador y con las fuerzas recuperadas, nos dispusimos a aprovechar el día al máximo. A las 10 de la mañana teníamos la visita a los Palacios Nazaríes, por lo que madrugamos para estar un rato antes en la Alhambra.

Nos decidimos a subir andando pese a las empinadas calles, cogiendo la cuesta de Gómerez desde las inmediaciones de la Plaza Nueva. Así, llegamos a la Puerta de las Granadas, desde donde continúa la subida hasta la Puerta de la Justicia, por donde accedimos al conjunto. Solo es posible acceder por esta parte si ya dispones de las entradas.

Llegamos con una hora de antelación para así poder visitar en primer lugar la Alcazaba, la zona más antigua del recinto y los restos arqueológicos de su medina castrense, ya que esta parte tiene un origen defensivo. Subimos a la Torre de la Vela, la más alta del recinto, y desde la que se tienen unas vistas preciosas de la ciudad.

También entramos a visitar el Palacio de Carlos V, que a aquella hora de la mañana estaba completamente desierto, lo que hacía que caminar por sus pórticos fuera una delicia.

Después pasamos a visitar los Palacios Nazaríes, eso sí, rodeados de turistas, pese a que el acceso se encuentra restringido por turnos horarios, es imposible encontrar una sala vacía, sin embargo merece la pena y mucho. Algunas de las estancias más llamativas son la Sala de Barca, cuyo techo de madera es impresionante, el Patio de las dos Hermanas y, por supuesto, el Patio de los Leones, una de las mayores joyas arquitectónicas de la Alhambra.

Tras la visita a los palacios, y como no podía ser de otra forma, pasamos por el Partal y nos dirigimos al Generalife, donde finalizamos la visita al recinto en aproximadamente 4 horas.

La segunda parte del día también se nos presentaba cargadita de cosas por hacer, así que volvimos al centro de la ciudad para visitar el Monasterio de San Jerónimo, la Cartuja y el Sacromonte.

Por el camino, volvimos a degustar las famosas tapas, y nos topamos con algunas iglesias y monumentos como la Colegiata de San Justo y Pastor, la Iglesia del Perpetuo Socorro o el Hospital Real.

Después de nuestro paso por el Sacromonte, donde, por desgracia no pudimos entrar por no coincidir con la visita guiada, volvimos a acercarnos al Mirador de San Nicolás, esta vez para aprovechar la luz del atardecer y disfrutar del ambiente, las actuaciones de flamenco y el mercadillo de artesanía.

A pesar de que el día había cundido bastante, pero todavía aprovechamos para pasear un ratito por el centro antes de volver a nuestro hotel a descansar para enfrentarnos, ya en nuestro último día, al Parque de las Ciencias de Granada.

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