He de ser sincero. No conocía nada de Marina D’Or más allá del balneario que tantas veces ha salido en televisión, ni siquiera sabía si Marina D’Or era un recinto rollo «parque temático» o formaba parte de Oropesa mezclándose con sus calles.

Por eso cuando aceptamos la invitación de Marina D’Or para acercarnos a conocerlo y disfrutar de sus instalaciones un fin de semana no tenía muy claro qué es lo que me iba a encontrar. Nos alojaron en el hotel de cinco estrellas, en el que por cierto está el balneario, pero lo que no esperábamos es que nos diesen una de las suites, equipada con todo lujo de detalles y con vistas al Mediterráneo.

El complejo es bastante completo, con todo tipo de establecimientos de ocio, restaurantes, discotecas, tiendas de souvenirs, zona deportiva, y parques. Especialmente llama la atención todo el montaje destinado a los más pequeños de la casa, un compromiso de Marina D’Or, quien ofrece a los niños todas aquellas necesidades que puedan tener. Desde guarderías hasta parques temáticos como Parque Aventura o Mundo Fantasía, llenos de atracciones, el parque acuático Polinesia o mi favorito, el Jardín Encantado.

En su interior visitamos un jardín mágico, un mundo donde los árboles y plantas interaccionan con los niños y en donde habitan extrañas criaturas como faunos, hadas, duende o elfos.

Además también en Marina D’Or se organizan actividades y eventos culturales durante todo el año. En nuestra estancia allí coincidimos con la celebración de la 3ª semana del arte, donde diversos artistas exponían sus obras a la vez que se realizaban talleres en los que podías participar.

Pero sin duda donde más disfruté fue, y además en este orden, en el balneario y en el restaurante. Si, no he querido olvidarme del buffet del hotel por el servicio de sus trabajadores y como es obvio por la comida, tanto por la variedad como por la calidad. Platos de todo tipo, desde ensaladas y pastas hasta carnes y pescados. Y por supuesto los postres, de todos los colores y sabores, tartas, brownies, lácteos, helados, profiteroles, etc.

Por cierto que me llamó la atención que dentro del mismo buffet tuvieran una sección especial para niños, donde patatas, macarrones y hamburguesas nunca faltaban, un detalle con los más pequeños, ya que incluso los malos comedores encuentran su comida favorita.

Y luego está el balneario, la joya de la corona. Reconozco no ser mucho de este tipo de cosas, pero igual que digo una cosa digo otra, y la verdad es que disfruté, y mucho. El balneario es enorme. De hecho es el mayor balneario de agua salada de toda Europa, y tiene de todo: jacuzzis y cascadas de agua por todos lados, tumbonas calientes, saunas, baños romanos, baños de pomelo… ¡Y esto sólo en el balneario normal!, porque también hay una zona VIP donde además de todo lo anterior puedes darte baños de barro, de leche o hacer sesiones de musicoterapia.

Y si por todo esto nos supiera a poco, desde Marina D’Or tuvieron el detalle de regalarnos un tratamiento en su centro médico de los muchos de los que disponen. Masaje corporal al chocolate y un tratamiento homeopático de oro y platino fueron los que probamos. De nuevo he de hacer especial mención a las chicas encargadas de ellos por su trato y su saber hacer.

Además Marina D’Or también cuenta con playas, tanto de hierba como de arena en donde poder realizar deportes acuáticos. Por cierto, que sus duchas son realmente curiosas ya que se tratan de elefantes que echan agua por la trompa.

Por la noche, las calles de iluminan y el espectáculo sale a las calle con el desfile de carrozas, donde bailarines y personajes de cuento hacen las delicias de los más pequeños.

Y así, casi sin darnos cuenta acabó nuestra estancia en Marina D’Or, donde nos hemos relajado tanto como hemos disfrutado.

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