Hace unas semanas y coincidiendo con el viaje que realicé con la gente de Minube para descubrir los encantos de Castellón, tuve la oportunidad junto con mis compañeros de viaje de practicar una actividad que nunca antes había practicado, el Coasteering.

El Coasteering (o Coastering, solo con una «e», las dos formas son válidas) es un deporte de aventura que cada vez se está poniendo más de moda. Nacido hacia la mitad de los años 70 en los salvajes acantilados de las costas galesas, no fue hasta la década de los 90 cuando empezó a ganar adeptos y traspasar fronteras.

Consiste en realizar un recorrido por el litoral en el cual se combinan distintas actividades de aventura, como el senderismo, la exploración de rocas, el rappel, la escalada, el puente de cuerdas o el salto libre desde distintas alturas, siempre bajo la supervisión de un monitor especializado.

El lugar elegido para realizar esta actividad fue la zona de la Renegá, a medio camino entre Benicassim y Oropesa del Mar. Se trata de un conjunto de pequeñas calas de rocas esculpidas a golpe de mar rodeadas de vegetación a las que se puede acceder desde la vía verde, un paseo por el que circulan ciclistas y caminantes construido en el antiguo trazado del ferrocarril entre Valencia y Barcelona.

Allí, y junto con un monitor de la empresa Desgrimpades, nos ataviamos el «uniforme de faena» consistente en bañador, casco, neopreno (opcional) y un calzado que se sujetara bien al pie, además de los distintos mosquetones y anclajes necesarios para el rappel.

La jornada de coasteering empezó con emociones fuertes, quemando adrenalina desde el primer momento. Y es que nuestro estreno fue con un salto desde las rocas desde una altura considerable. Tan considerable que incluso alguno se pensó si saltar o no.

Tras nuestro bautismo de agua, y tras un pequeño treeking por las rocas llegó el momento del rappel. Confiando nuestra suerte al buen hacer del monitor con los anclajes, bajamos uno a uno por la inclinada pared del acantilado, mirando el romper de las olas contra las rocas que había metros más abajo. De verdad que la sensación fue alucinante, de esas que te hacen soltar adrenalina sin parar.

Después de algún que otro salto más y tras algún pequeño treeking entre rocas llegamos a la parte final de nuestro recorrido, en la que haríamos el puente de cuerdas. El puente de cuerdas parece una actividad fácil de realizar pero os puedo asegurar que no. Eso se mueve bastante y no es nada fácil lograr la meta de cruzar al otro lado, pero aun así el buen rato no nos lo quita nadie.

Nos faltó el poder hacer alguna tirolina y algún que otro rappel más que teníamos preparado, pero la falta de tiempo nos lo puso imposible, por lo que quedó pendiente para la próxima vez, porque salí tan encantado con la actividad que ya estoy pensando en repetirla.

Por cierto,  pese a lo «salvaje» del terreno, el coasteering tiene unas medidas de seguridad tan estrictas que es una actividad perfecta para hacer en familia o con amigos. Tanto que, de hecho, la estoy barajando para una futura despedida de soltero.

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