Delft es una pequeña ciudad de unos 100.000 habitantes de los Países Bajos, muy conocida por su famosa cerámica, por los canales que surcan la ciudad, y por ser el lugar de nacimiento de Veermer, uno de los grandes pintores neerlandeses del barroco.

Delft tiene, como la mayoría de ciudades holandesas, muchos canales, pero esta ciudad sí que recuerda quizás por el estilo de sus calles o por el ambiente que se respira muchísimo a Brujas. Eso sí, los canales están llenos de nenúfares.

Lo más destacado para visitar en Delft son sus dos iglesias (Eso sí, al precio de 3.50 eurazos. Nunca entenderé lo de pagar para entrar a una iglesia), el Palacio del Príncipe, y el ayuntamiento. Dentro de la Niewu Kerk (Nueva Iglesia) se encuentra el panteón de la familia real holandesa.

Pero lo que realmente vale la pena y te hace disfrutar es simplemente callejear por el centro, perderte por sus calles y descubrir los pequeños rincones escondidos que ofrece la ciudad. La plaza del mercado (Grote Mark) me encantó. Por supuesto  que la plaza y las calles adyacentes pegadas a los canales estaban llenas de pequeños puestos donde vendían desde gran cantidad de bulbos y semillas de plantas hasta antigüedades, todo con un aire un tanto bohemio.

Finalmente, ya que estábamos en Holanda, no dejamos pasar la oportunidad y decidimos probar el famoso Haring, consistente en un pequeño bocadillo de arenque ahumado con cebolla (a veces le ponen también pepinillo) por 2 euros la unidad. Buenísimo.

Después volvimos a Rotterdam, donde teníamos instalado nuestro campamento base, (cualquier día hablaré de Rotterdam y La Haya también), pero eso ya será otra historia.

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