No hace mucho, y en nuestro afán por conocer un poco más esos lugares cercanos a los que no les hacemos demasiado caso, nos acercamos a pasar el domingo en el Pirineo, visitando algunas de sus localidades. Esta vez la parada era el valle del río Aragón, donde visitaríamos Jaca, el Monasterio de San Juan de la Peña y el pueblo de Canfranc Estación, lugares no muy distantes entre sí y perfectos para un día de excursión por la zona.
Nunca pensé encontrarme en Albacete un pueblecito como Alcalá de Júcar, una localidad de esas pequeñitas, llena de encanto, y rodeada de una naturaleza verde y montañosa, la cual desmoronaría la falsa idea preconcebida que tenía de que Albacete era todo llano y desangelado, con pocos rincones que disfrutar más allá de sus principales poblaciones.
Últimamente estamos intentando conocer, a base de pequeñas escapadas, los maravillosos rincones que, aun estando cerquita de casa, muchas veces por pereza y otras por planear viajes a lugares más lejanos, no nos acercamos a conocer.
Ya había oído hablar en varias ocasiones hablar de las famosas navajas de Albacete, por lo que sabía de su importancia pero no podía creerme que fueran merecedoras de tener un museo hasta que tuve ocasión de visitarlo y verlo con mis propios ojos.
No es un secreto que como en España no se come en ningún sitio. Allá donde vayas tienes platos típicos buenísimos. Y tampoco lo es, que somos un país al que le gusta salir a comer fuera, picar algo con un buen vino o cerveza y en buena compañía.
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